El anuncio realizado por Donald Trump sobre la imposición de nuevos aranceles a los productos agrícolas que entren en Estados Unidos ha encendido todas las alarmas en el sector agroalimentario andaluz. La medida, que entrará en vigor el próximo 2 de abril, podría afectar gravemente a las exportaciones de alimentos y bebidas de Andalucía, que cerraron 2024 con un récord histórico de 15.800 millones de euros, de los cuales un 8,6% —alrededor de 1.350 millones— tuvieron como destino el mercado estadounidense.
La incertidumbre es máxima, ya que el expresidente norteamericano no ha concretado qué productos estarán sujetos a los aranceles ni en qué cuantía. Sin embargo, productores y exportadores temen que el golpe sea especialmente duro para productos emblemáticos de la región, como el aceite de oliva y la aceituna de mesa. Solo el aceite andaluz sumó 806 millones de euros en ventas a Estados Unidos el pasado año, consolidándose como el producto estrella en ese mercado. Le sigue la aceituna de mesa, con 164 millones.
Aunque en valores menores, productos como el vino de Jerez (14 millones en 2024) o el ajo (13 millones) también podrían verse afectados. El mercado estadounidense, pese a no ser el primero en volumen, es estratégico para productos de alto valor añadido, que podrían perder competitividad ante la subida de precios derivada de los aranceles.
Preocupación por la pérdida de competitividad
Desde la Asociación Española de la Industria y el Comercio Exportador de Aceite de Oliva (Asoliva), advierten de que estos aranceles, además de su impacto directo sobre los productores, acabarán repercutiendo en los consumidores estadounidenses, que tendrán que pagar más por el aceite de oliva importado. La situación es especialmente preocupante porque el aceite español competiría en clara desventaja frente a aceites locales, como el de canola o aguacate.
En el sector vitivinícola, la inquietud también se palpa. Jorge Pascual, presidente de Fedejerez, señala que las bodegas gaditanas observan el anuncio con una mezcla de preocupación y cautela. Recuerda que, en la anterior guerra comercial con Trump, los vinos generosos andaluces lograron librarse de los aranceles gracias a sus características específicas, pero esta vez la amenaza es global y podría extenderse a vinos, vinagres y bebidas espirituosas, incluido el Brandy de Jerez.
Exigen firmeza a la UE
Las organizaciones agrarias andaluzas, encabezadas por Asaja y COAG, han reclamado a la Unión Europea una respuesta contundente y proporcional frente a este nuevo desafío. Consideran que Bruselas no puede limitarse a la diplomacia pasiva y debe responder con medidas equivalentes para proteger al sector.
Desde Asaja-Andalucía, su presidente Ricardo Serra insiste en que Europa debe abandonar su tendencia al inmovilismo y actuar con determinación. En su opinión, el proteccionismo norteamericano obliga a la UE a revisar su modelo comercial y a defender con firmeza tanto la seguridad alimentaria como la soberanía productiva europea.
Un golpe al libre comercio
El temor a un impacto masivo no es infundado. El precedente más cercano es el arancel del 31,5% que Estados Unidos mantiene desde hace siete años sobre la aceituna negra española, que ha provocado una caída del 70% en las exportaciones de este producto al mercado norteamericano. Un nuevo paquete de gravámenes podría extender ese daño a todo el sector agroalimentario.
Por su parte, el secretario general de COAG-Andalucía, Miguel López, alerta de que si Europa no cambia de rumbo y sigue permitiendo la entrada de productos de terceros países sin los mismos controles que se exigen a los productores europeos, el modelo agrícola europeo quedará en jaque. Para López, lo que está en juego no es solo el futuro de miles de explotaciones, sino la propia seguridad alimentaria y, a largo plazo, la estabilidad democrática en Europa.
En un contexto de creciente proteccionismo global, las organizaciones agrarias andaluzas insisten en que ha llegado el momento de priorizar la producción local y blindar la soberanía alimentaria europea. Creen que la UE debe dejar de ceder ante las presiones comerciales y defender con uñas y dientes a sus agricultores y ganaderos, cuya supervivencia depende en buena medida de decisiones políticas en Bruselas y Washington.