
20 familias frente a las máquinas, la historia detrás del derribo suspendido, por el momento, en la gasolinera de Alcosa
Gasolinera de Alcosa: la presión vecinal frena por un día el derribo de la estación de servicio en Sevilla

La gasolinera de Alcosa, ubicada en la calle Ulpiano Blanco, en el acceso hacia la barriada de Aeropuerto Viejo de Sevilla, logró este miércoles evitar, al menos por unas horas, su demolición.
Una movilización espontánea de trabajadores, familiares, amigos y vecinos consiguió frenar el operativo de la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla, que había programado el derribo tras una sentencia judicial que anulaba la licencia de la estación de servicio.
Desde primera hora de la mañana, cerca de cincuenta personas se concentraron frente a las instalaciones para impedir el acceso de los operarios. Con camiones, turismos y un autobús, bloquearon las entradas, convirtiendo la gasolinera en un punto de resistencia improvisado.
Los técnicos municipales, acompañados por agentes de la Policía Local y por la empresa de demolición, llegaron antes de las nueve, pero no pudieron iniciar los trabajos ante la presencia de los manifestantes.
Durante más de cinco horas, la tensión fue en aumento. Los funcionarios de Urbanismo permanecieron dentro de un vehículo, a la espera de refuerzos policiales que nunca llegaron. Mientras tanto, los trabajadores coreaban consignas como “Alcalde, 20 familias nos quedamos en la calle” o “No al derribo”, acompañados por pancartas y mensajes de apoyo.
Más de 7.000 firmas apoyando la gasolinera de Alcosa
El propietario del negocio, Jesús Martínez, llevaba consigo un fajo de hojas con más de 7.000 firmas de apoyo recogidas en redes sociales.
“Nadie nos ha notificado oficialmente el derribo. Nos enteramos de forma extraoficial. Lo único que pedimos es que nos escuchen, que podamos negociar una salida digna. Sería un sueño poder pasar las Navidades trabajando y sin dejar tirados a nuestros clientes”, dijo visiblemente afectado.
La jornada estuvo marcada por los nervios. En uno de los momentos más críticos, algunos manifestantes se acercaron al coche donde se encontraban los técnicos de Urbanismo, generando un conato de enfrentamiento. Una funcionaria llegó a grabar con su teléfono móvil, lo que encendió los ánimos, aunque finalmente el propio Martínez consiguió calmar la situación.
El padre de los tres hermanos que gestionan la estación tuvo que ser atendido por una ambulancia del 061, al sufrir una crisis cardíaca a causa del estrés. A su lado, sus hijos y empleados trataban de mantener la calma.
“Esto es una injusticia”, lamentaba Laura, una trabajadora de 19 años que lleva siete meses empleada en la gasolinera. “Tengo que ayudar a mi madre, que es viuda. Si cierran, me quedo sin nada”.
Otro empleado, Ángel, aseguraba que la noticia le cayó “como un jarro de agua fría”. “Tenemos hipotecas, hijos pequeños… estos niños se quedarán sin Reyes. Es muy duro perder el trabajo así, de un día para otro”, dijo con impotencia.
El conflicto tiene su origen en una sentencia de un Juzgado de lo Contencioso-Administrativo, que declaró nulo el contrato de arrendamiento del terreno y la licencia de la estación de servicio, dejando a la empresa sin título habilitante.
Desde Urbanismo insisten en que el derribo es el paso obligado para ejecutar la resolución judicial, aunque los responsables de la gasolinera reclaman una negociación que les permita continuar al menos temporalmente.
Pasada la una de la tarde, dos funcionarios se acercaron a hablar con Martínez. Le comunicaron que la demolición quedaba suspendida por el momento y que el operativo se retiraría. La noticia fue recibida entre abrazos, lágrimas y gritos de alivio.
“Se ha paralizado por hoy, no sabemos cuándo volverán, pero al menos tenemos un día más para pelear”, expresó el empresario mientras se apoyaba en una silla para recuperarse del cansancio.
A su lado, su madre, Rosa del Estad, se fundía en un abrazo con su hijo Juan Manuel, en una escena cargada de emoción. Por ahora, la gasolinera de Alcosa sigue en pie, convertida en símbolo de una comunidad que se resiste a desaparecer bajo los escombros.

