La leyenda de los “Niños que lloran” es una de esas historias que siguen llamando la atención, su mezcla de tragedia, fenómenos paranormales e incendios inexplicables ha sido suficiente para mantenerla viva, especialmente en países latinos como España, Italia, Argentina, Chile y México. Este relato que une el arte con lo sobrenatural, con un toque especial que apunta a Sevilla, la ciudad por la que pasó su pintor, Giavanni Bragolin, conocido también como Bruno Amadio.
La historia detrás de los cuadros malditos
La leyenda comienza con Giavanni Bragolin, un pintor que no destacaba especialmente en la sociedad de su tiempo, pero que alcanzaría fama y notoriedad gracias a una serie de cuadros que retrataban a niños llorando. Estas obras, conocidas como «Los niños que lloran», llegaron a alcanzar un nivel de popularidad insólito en los años 80. Muchos hogares, sobre todo en los países de habla hispana, colgaban estas pinturas en sus salones, donde los retratos de los pequeños con lágrimas en los ojos transmitían una mezcla de ternura y melancolía.
Sin embargo, pronto comenzaron a circular historias siniestras en torno a estos cuadros. La leyenda cuenta que la maldición de estos cuadros comenzó cuando Bragolin retrató a un niño huérfano de un orfanato. Con el tiempo, el orfanato donde vivía ese niño sufrió un terrible incendio, y se dice que el espíritu del pequeño quedó atrapado en la pintura, tal como creían los antiguos nativos americanos, quienes temían que sus almas pudieran quedar aprisionadas en un retrato.
A partir de entonces, los cuadros de «Los niños que lloran» fueron asociados con una cadena de desgracias. Casas donde colgaban estas obras empezaron a sufrir extraños incendios. Lo más inquietante era que, mientras el resto de la casa quedaba completamente destruida por el fuego, la pared donde se encontraba el cuadro del “Niño que llora” permanecía milagrosamente intacta, como si el incendio no hubiera llegado a esa parte del inmueble.
Casos de incendios relacionados en Sevilla
Sevilla no quedó exenta de esta ola de desgracias. En la década de los 80, algunos hogares sevillanos que tenían en sus paredes uno de estos cuadros fueron víctimas de incendios inexplicables. Estos incendios, aunque infrecuentes, alimentaron la creencia popular de que los cuadros de “Los niños que lloran” estaban malditos.
Uno de los casos más impactantes sucedió en un barrio residencial de Sevilla en 1984. La familia Martínez, conocida por ser muy supersticiosa, sufrió la pérdida de gran parte de su hogar en un incendio devastador. Aunque el fuego arrasó con muebles, libros y objetos de valor, la única parte de la casa que se mantuvo intacta fue una pared del salón donde colgaba un cuadro de un “Niño que llora”. Este detalle fue ampliamente comentado y reforzó la creencia en la maldición de las pinturas de Bragolin.
Otro caso similar ocurrió en 1987 en el barrio de Triana. José Luis Pérez, que había adquirido un cuadro de “Niño que llora” en un mercadillo, sufrió un incendio en el que, nuevamente, el cuadro quedó completamente indemne, mientras que todo lo demás a su alrededor había sido destruido. Según los vecinos, antes del incendio, se escuchaban extraños lamentos y ruidos inexplicables en la casa, lo que aumentó la fama sobrenatural del cuadro. Aunque no se pudo demostrar una conexión directa entre el incendio y el cuadro, el suceso alimentó aún más el mito, aún más la leyenda.
Una buena amiga, Puri, sufrió en su casa de Utrera diversos incendios, lo único que sobrevivió a estos fueron dos cuadros de «niños llorones» que tenía en una de las paredes, un caso directo contado en primera persona, ¿casualidad?
Fenómenos paranormales en torno a los cuadros
Además de los incendios, las casas donde colgaban los cuadros de “Los niños que lloran” comenzaron a hablarse de otros fenómenos extraños. Se hablaba de lamentos y lloros inexplicables que parecían provenir del cuadro mismo. Otros testigos afirmaban que los objetos de la casa se movían solos, y que las luces parpadeaban sin razón aparente. Incluso surgieron historias aún más inquietantes, que aseguraban que el niño retratado en el cuadro salía de su marco por las noches, se acercaba a la cama del dueño de la casa y, al mostrar su rostro demoníaco, provocaba la muerte por el susto. Pero todo esto desde un ámbito exagerado y casi de leyenda.
Entre los rumores más macabros, se contaba que el niño, después de aterrorizar a su víctima, incendiaba la casa para borrar toda evidencia de su crimen. Aunque estas historias parecen difíciles de creer, muchas personas afirmaban haber experimentado fenómenos similares, lo que hizo que los cuadros cayeran en desgracia y fueran retirados de muchos hogares.
¿Leyenda o realidad?
A pesar de la cantidad de relatos que rodean los cuadros de “Los niños que lloran” mucho de lo que se cuenta de ellos es terreno de la leyenda, la creencia en la maldición ha perdurado a lo largo de los años, en parte debido a la cantidad de incendios y fenómenos paranormales que se han atribuido a ellos. En Sevilla, ciudad con profundas raíces en lo misterioso y lo sobrenatural, estos cuadros aún generan cierta inquietud. Muchos vecinos de la ciudad evitan tener en sus hogares cualquiera de las obras de Bragolin.
Esta conexión entre Bragolin y Sevilla otorga un carácter especial a la leyenda en esta región, donde las historias de lo paranormal y lo inexplicable tienen una larga tradición.
En los años 80, los cuadros de “Los niños que lloran” se hicieron extremadamente populares en muchos países, y Sevilla no fue la excepción. Sin embargo, la maldición que se les atribuyó hizo que muchos de estos cuadros fueran retirados de los salones sevillanos, siendo reemplazados por otras modas decorativas.