Si bien las historias paranormales no son comunes en la Feria de Sevilla, existen algunas que han logrado trascender entre sus luces y cantes. Una de ellas, especialmente escalofriante, está relacionada con un trágico suceso que involucró a un carro tirado por caballos y un amigo de la familia.
José Manuel, quien me narraba la historia, comenzó diciendo: «Era pequeño, pero recuerdo todo con claridad. Nuestra familia tenía un carro tirado por un caballo, nuestra atracción favorita en la Feria. Una noche, mientras paseábamos, sucedió algo terrible…»
Esa noche, un amigo de la familia, Juan Ignacio, se encontraba con ellos en el carro. Tras una tarde llena de excesos y copas, como es habitual en la Feria, Juan Ignacio comenzó a sentirse mal. De repente, un infarto fulminante lo arrebató de la vida, allí mismo, sentado en el carro. Los esfuerzos de los médicos fueron en vano. Era demasiado tarde.
La alegría de la Feria se vio truncada por la inesperada tragedia. El carro, que antes era símbolo de diversión familiar, ahora se asociaba con un recuerdo imborrable y doloroso.
El amigo incorpóreo: un espectro en el carro familiar
A pesar de la tragedia, la vida de la familia continuó. Tenían una empleada del hogar que, según se decía, poseía poderes paranormales. Al principio, la familia tomaba sus afirmaciones con escepticismo, considerándolas meras ocurrencias para entretenerlos. Sin embargo, un suceso inesperado cambiaría su perspectiva.
La empleada comenzó a hablar de un hombre que veía en el carro todas las mañanas. Al describirlo con detalle, la familia no pudo evitar el escalofrío: la descripción coincidía exactamente con la apariencia del amigo fallecido, Juan Ignacio, e incluso vestía la misma ropa que la noche de su muerte. Lo más inquietante era que la aparición se producía en el mismo lugar donde había ocurrido el infarto.
La historia del carro familiar y el amigo incorpóreo se ha convertido en una de las anécdota paranormales más conocidas en torno a la Feria de Abril de Sevilla. Un relato que, entre el folclore y la tragedia, nos recuerda que a veces la línea entre lo tangible y lo intangible se difumina, dejando espacio para la duda y la reflexión sobre la naturaleza del más allá.