La aterradora historia de un campanario encantado

Manuel comenzaba a relatar una inquietante anécdota familiar

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El campanario maldito.
La historia del "campanario maldito".

Miguel Ángel Paredes Cruz, me comentaba una experiencia de un conocido suyo que fue tremendamente impactante. Él me decía: En una tarde reciente, mientras paseaba por el pintoresco barrio de Triana, tuve un encuentro casual con mi amigo Manuel, a quien hacía tiempo no veía. Lo noté melancólico, y al preguntarle qué le ocurría, me confesó que extrañaba a su abuelo, fallecido meses atrás. Manuel recordó con nostalgia cómo, cada Navidad, la familia se reunía en la casa del pueblo de su abuelo. Pero esta vez, el recuerdo de una historia que su abuelo le relató el año pasado se apoderó de su mente.

«¿Tienes unos minutos para tomar algo?», me preguntó. «Quiero contarte algo que nunca he compartido con nadie por miedo a que piensen que estoy loco». Acepté, intrigado, y pronto nos encontramos en un bar, con dos refrescos frente a nosotros, mientras Manuel comenzaba a relatar una inquietante anécdota familiar.

Manuel explicó que su abuelo era profundamente religioso, asistiendo fielmente a misa durante todo el año, excepto en diciembre, cuando por alguna razón siempre encontraba una excusa para no ir. El año pasado, Manuel se quedó en casa con fiebre mientras el resto de la familia acudía a la iglesia. Fue entonces cuando decidió preguntarle directamente a su abuelo por qué evitaba la misa en esas fechas.

Confesión aterradora

El abuelo, tras suspirar profundamente, le pidió que guardara su confesión en secreto. “Hay una razón por la que no voy en diciembre”, le dijo. “Esas campanas que oyes a medianoche, aunque el campanario está clausurado, esconden una historia que nadie ha podido explicar”.

Según el abuelo, las leyendas locales hablaban de un sacristán que murió en circunstancias inexplicables en el campanario durante una Navidad. Algunos decían que cayó accidentalmente; otros, que algo más siniestro lo empujó. Fascinado por el misterio en su juventud, el abuelo decidió investigar junto con un amigo.

Una noche, tras la cena navideña, entraron en la iglesia, que aunque cerrada, tenía una puerta que pudieron forzar. En el interior, todo estaba oscuro y en silencio. Mientras ascendían al campanario, un aire frío los envolvió, acompañado de murmullos y huellas recientes en el polvo acumulado.

Al llegar a lo más alto, encontraron las viejas campanas cubiertas de polvo, pero con signos de haber sido manipuladas recientemente. Entonces, vieron la silueta de un hombre vestido con ropas antiguas. La figura les pidió ayuda con voz espectral, acercándose lentamente. Al fijarse mejor, notaron que no tenía ojos, nariz ni boca, solo huecos oscuros en su rostro. Con un brazo extendido hacia el abuelo, pronunció una frase que quedó grabada en su memoria: “Es tu turno”.

Aterrados, el abuelo y su amigo descendieron corriendo las escaleras mientras las campanas resonaban con fuerza inusitada. Desde aquel día, nunca más volvió al campanario ni a la iglesia en Navidad.

Manuel concluyó su relato con un consejo que su abuelo le dio antes de morir: “Da igual lo que digan o escuches. Nunca vayas a buscarlo”. Esa advertencia cobra vida cada vez que Manuel oye las campanas del pueblo, preguntándose si la figura que vio su abuelo sigue allí, esperando a que alguien ocupe su lugar.

La historia de Manuel, cargada de misterio y tradición, nos recuerda que en cada rincón de nuestras vidas existen relatos que escapan a lo racional. Y, como dice el consejo del abuelo, hay cosas que es mejor no buscar.