Un recorrido por las devociones marianas más antiguas de Sevilla y las Vírgenes de Fernando III ‘el Santo’

Fue canonizado en 1671 por el papa Clemente X, y desde entonces es venerado no solo como rey, sino como símbolo de virtud y piedad

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Cuadro en el que se refleja la toma de Sevilla con San Fernando y la aparición de la Virgen en la esquina superior derecha.
San Fernando en la toma de Sevilla a los musulmanes.

En el corazón de la tradición sevillana, entre Historia y leyenda, se levanta la figura de San Fernando III, el rey santo, cuya vida estuvo marcada por la fe profunda, las conquistas cristianas y un legado mariano que aún hoy perdura en la capital andaluza. La leyenda más emblemática lo presenta como protagonista de una visión celestial que cambiaría el destino espiritual de Sevilla: el origen de la Virgen de los Reyes.

San Fernando y sus visiones

Fernando III de Castilla, conocido como San Fernando, fue uno de los monarcas más destacados de la Reconquista. Nacido en el siglo XIII, fue hijo de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, y unificador de ambos reinos. A lo largo de su reinado, extendió las fronteras cristianas hacia el sur, conquistando importantes ciudades como Córdoba, Jaén y finalmente Sevilla en 1248. Pero su figura trasciende lo político o militar; es recordado por su devoción religiosa, su humildad y su compromiso con la fe cristiana.

Fue canonizado en 1671 por el papa Clemente X, y desde entonces es venerado no solo como rey, sino como símbolo de virtud y piedad. Su vinculación con la Virgen María marcaría no solo su reinado, sino también el imaginario colectivo de la ciudad que liberó del dominio musulmán.

La visión en Tablada y el milagro de la imagen

La leyenda más célebre sobre San Fernando y su devoción mariana ocurre en los días previos a la conquista de Sevilla. Mientras rezaba en el campamento de Tablada, el rey cayó en un profundo sueño. En esa visión, se le apareció la Virgen María con el Niño Jesús en brazos, prometiéndole la victoria sobre la ciudad andaluza. Al despertar, compartió la revelación con su confesor, el obispo Don Remondo.

El cumplimiento de esa promesa celestial se vio reflejado poco después, cuando Sevilla cayó en manos cristianas. Pero lo que marcaría aún más ese episodio fue el milagro que ocurrió poco tiempo después: la llegada de tres misteriosos jóvenes escultores, peregrinos provenientes de Alemania, que se ofrecieron a tallar una Virgen como obsequio al monarca. Lo extraordinario es que, tras días de aislamiento, fueron encontrados rodeados de resplandor y rezos, y la imagen fue hallada terminada sin que se viera trabajo humano alguno. La talla reproducía con exactitud la visión que San Fernando había tenido en su sueño. Los jóvenes desaparecieron sin dejar rastro, lo que llevó a creer que eran ángeles enviados por Dios.

La imagen fue consagrada como Nuestra Señora de los Reyes, colocada en la capilla del Alcázar por orden del obispo Don Remondo, y desde entonces, ha sido símbolo de la espiritualidad sevillana.

La Virgen de los Reyes, Patrona de Sevilla

La imagen gótica de la Virgen de los Reyes, tallada en madera de alerce y recubierta de pergamino, es una joya artística y espiritual. Se cree que fue realizada en el siglo XIII, posiblemente de origen francés, lo que ha dado pie a pensar que pudo ser un regalo del rey Luis IX de Francia, primo de Fernando III. Su policromía en rostro y manos, su cabellera de hilos de oro y el Niño Jesús en su regazo conforman una escultura única.

Aunque venerada desde tiempos medievales, no fue hasta 1946 cuando el papa Pío XII la proclamó oficialmente patrona de Sevilla y su archidiócesis, tras una petición del cardenal Segura. Desde entonces, su festividad se celebra cada 15 de agosto, día en que la ciudad entera rinde homenaje a la reina celestial que, según la tradición, acompañó espiritualmente al rey en su gesta.

Las otras Vírgenes Fernandinas

Además de la Virgen de los Reyes, varias imágenes marianas vinculadas a San Fernando —conocidas como “fernandinas”— siguen presentes en templos sevillanos, compartiendo rasgos estéticos y una profunda carga simbólica.

Virgen de las Aguas del Salvador

De autor anónimo, esta talla del siglo XIII fue donada por el propio San Fernando a la iglesia del Salvador, erigida sobre una antigua mezquita. Su nombre puede deberse a una frase atribuida al rey —“Estoy entre dos aguas”— cuando dudaba entre ella y la Virgen de los Reyes. También se le invocaba en épocas de sequía o tormenta, como protectora de los mares y las lluvias. Su policromía fue retocada en el Barroco, y participó en importantes procesiones de rogativas hasta el siglo XVIII.

Virgen de los Reyes de los Sastres

Esta imagen pertenece a la Hermandad de los Sastres, posiblemente fundada por el mismo San Fernando. La devoción de este gremio fue tal que velaron el cuerpo del rey tras su muerte. La talla ha sufrido múltiples restauraciones y su estética evolucionó desde un estilo gótico hacia una apariencia más barroca. Actualmente, procesiona cada septiembre en un paso de palio y recibe culto en fechas especiales como el 15 de agosto.

Virgen de los Reyes de San Clemente

Ubicada en el monasterio de San Clemente, esta talla gótica de finales del siglo XIII también guarda una estrecha relación con el monarca. Procesionó por las calles de Sevilla en 1948, con motivo del 700º aniversario de la conquista de la ciudad. Cada mes de julio, la Virgen del Carmen de Calatrava la visita, consolidando su arraigo en la tradición monástica y sevillana.

San Fernando no solo conquistó territorios, sino que dejó una profunda huella espiritual en Andalucía. Su vida, marcada por visiones, fe y milagros, es un testimonio de la simbiosis entre política y religión en la Edad Media. Las vírgenes fernandinas, encabezadas por la Virgen de los Reyes, son parte viva de esa herencia, recordatorio constante de la Sevilla reconquistada bajo la protección de lo divino.

Más allá de la leyenda, la devoción continúa. Las imágenes permanecen, las procesiones siguen, y el rey santo, que soñó con la Virgen en Tablada, sigue velando por la ciudad que liberó y amó.