La Campana, una de las arterias más emblemáticas del centro histórico de Sevilla, es mucho más que una simple vía de comunicación. Es un auténtico viaje a través del tiempo, un testigo mudo de la evolución de la ciudad y un referente ineludible para sus habitantes.
Sus orígenes se remontan al siglo XVI, cuando era conocida simplemente como «la calle que va desde la salida de Sierpes a la plaza del Duque». Con el paso de los años, y debido a la proliferación de pastelerías y confiterías en la zona, se la bautizó como calle de los Pasteleros. Sin embargo, es su nombre actual, La Campana, el que ha trascendido a lo largo de los siglos y se ha convertido en sinónimo de Sevilla.
El origen de un nombre legendario
Aunque no existen documentos escritos que lo confirmen de manera fehaciente, la leyenda cuenta que el nombre de la calle se debe a un antiguo almacén que servía como central de bomberos. De este edificio colgaba una gran campana que, al ser tañida, convocaba a los vecinos y a los bomberos en caso de emergencia. Con el tiempo, el edificio fue demolido, pero la campana quedó grabada en la memoria colectiva de los sevillanos y su nombre se perpetuó en la calle.
A lo largo de su historia, la calle La Campana ha sido protagonista de numerosos acontecimientos. En 1961, durante la gran riada del Tamarguillo, quedó completamente inundada, al igual que gran parte del centro histórico de Sevilla. Este hecho dejó una profunda huella en la ciudad y en sus habitantes.
Hoy en día, La Campana es una de las calles más animadas y comerciales de Sevilla, sus numerosos bares y restaurantes la convierten en un lugar ideal para pasear, hacer compras y disfrutar de la vida sevillana. La famosa confitería La Campana, que lleva el nombre de la calle, es una parada obligatoria para los amantes de los dulces tradicionales.
La calle La Campana es mucho más que una simple vía de comunicación. Es un símbolo de la historia, la cultura y la tradición de Sevilla. Su nombre evoca imágenes de una ciudad vibrante y llena de vida, un lugar donde el pasado y el presente se entrelazan de manera armoniosa.
La Campana y la Sevilla cofrade
La calle alberga edificios de gran valor histórico y arquitectónico. Destaca la confitería La Campana, fundada en 1885, uno de los establecimientos más antiguos de la vía. En la esquina con la calle Martín Villa, se erige el imponente edificio diseñado por Aníbal González en 1907, un claro ejemplo del estilo neomudéjar que tanto caracterizó a la Sevilla de principios de siglo. Este inmueble, que alberga en la actualidad la sede de Bankinter, es una muestra del talento de uno de los arquitectos más destacados de la ciudad.
Otro edificio emblemático es el que hace esquina con la plaza del Duque, obra del arquitecto José Gómez Millán y datado en 1912. Su elegante fachada y su ubicación privilegiada lo convierten en uno de los iconos arquitectónicos de la calle.
La calle La Campana adquiere una dimensión especial durante la Semana Santa. Y es que este emblemático enclave marca el inicio de la Carrera Oficial, el recorrido establecido por el que desfilan casi todas las hermandades sevillanas. El sonido de las bandas de música, el aroma del incienso y el fervor de los cofrades se concentran en este punto, convirtiendo a La Campana en uno de los lugares más mágicos de la ciudad en esos días.
Las sillas, instaladas a lo largo de toda la Carrera Oficial, permiten a los espectadores disfrutar de un privilegiado punto de vista de las procesiones. Año tras año, miles de personas acuden a La Campana para vivir esta experiencia única y sentir la emoción de la Semana Santa sevillana.
La Campana es mucho más que una simple vía de comunicación. Es un compendio de historia, arte y tradición, un lugar donde pasado y presente se entrelazan para crear una atmósfera única. Su papel protagonista en la Semana Santa la convierte en un referente imprescindible para los sevillanos y un atractivo turístico de primer orden.