En las estribaciones de la Sierra Norte sevillana, a tan solo ocho kilómetros de Villanueva de Río y Minas, se esconde un tesoro histórico: el yacimiento arqueológico de Munigua, también conocido como Mulva. Este enclave, declarado Bien de Interés Cultural, nos transporta a la época romana, revelando los vestigios de una ciudad que floreció entre los siglos I y III d.C.
Los primeros indicios de la existencia de Munigua se remontan al siglo XVI, cuando dos inscripciones despertaron la curiosidad de los investigadores. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVIII que se elaboró un informe detallado para la Real Academia de las Buenas Letras de Sevilla. Inicialmente interpretadas como un castillo, las ruinas fueron reinterpretadas por Tomás Andrés de Gusseme, quien intuyó su verdadera naturaleza: un templo o Casa del Senado.
A mediados del siglo XX, en 1956, el Instituto Arqueológico Alemán retomó las investigaciones, sentando las bases para el conocimiento actual de este yacimiento. Desde entonces, Munigua ha sido objeto de excavaciones y estudios continuos, revelando poco a poco sus secretos.
Munigua: Una ciudad minera próspera
La ubicación estratégica de Munigua no fue fortuita. La ciudad se erigió sobre un rico yacimiento de cobre y hierro, recursos que impulsaron su desarrollo económico y social. Las primeras evidencias de actividad minera datan del siglo I a.C., localizadas en áreas que posteriormente albergarían las termas, el foro y otras importantes construcciones.
Entre los restos monumentales de Munigua destaca el Santuario en terrazas, una construcción singular que data del siglo I d.C. Su diseño escalonado, adaptado a la topografía del terreno, lo convierte en un elemento arquitectónico único dentro del panorama romano.
Un declive marcado por un terremoto
A finales del siglo III d.C., un terremoto sacudió Munigua, marcando el inicio de su declive. Los daños en edificios públicos y privados evidencian el impacto de este evento sísmico, que aceleró la decadencia de la ciudad.
Munigua, también conocida como Mulva, se alza como un tesoro histórico en las estribaciones de la Sierra Norte sevillana. Este enclave, declarado Bien de Interés Cultural, nos transporta a la época romana, revelando los vestigios de una ciudad que floreció entre los siglos I y III d.C.
Recorrer Munigua es adentrarse en un laberinto de calles empedradas, contemplar edificios parcialmente conservados y admirar la majestuosidad de su monumento más emblemático: el Santuario en terrazas. Esta construcción singular, del siglo I d.C., se adapta a la topografía del terreno con un diseño escalonado que lo convierte en una obra única en el panorama romano.
Un legado monumental
Más allá del Santuario, Munigua nos ofrece otros hitos arquitectónicos de gran interés:
La muralla: Aunque solo se conservan algunos tramos, permite apreciar la extensión de la ciudad y la ubicación estratégica de sus torres.
El Templo de podio: Ubicado en una zona intermedia, este templo, levantado sobre un podio, nos recuerda la importancia de la religión en la vida romana.
El Pórtico de dos pisos: Un espacio público con dos fases constructivas, que originalmente solo contaba con una planta baja y posteriormente se amplió con un segundo piso.
El templo de Mercurio: Situado en el extremo sur del pórtico, este templo, dedicado al dios del comercio, conserva vestigios de su rica decoración.
El Foro: El corazón de la ciudad, donde se desarrollaba la vida política, comercial y social. Rodeado de pórticos, albergaba el Templo del Foro, la curia, el santuario a Dis Pater y la basílica.
Las termas: Un complejo termal con diferentes salas para baños fríos, templados y calientes, que nos hablan del cuidado del cuerpo y la higiene en la época romana.
Las casas: Siete viviendas excavadas hasta el momento, que nos permiten conocer la vida cotidiana de los habitantes de Munigua.
Las necrópolis: Dos necrópolis, Sur y Este, donde se enterraban a los muertos siguiendo diferentes ritos funerarios.
Munigua es un lugar donde la historia se hace tangible. Recorrer sus calles, contemplar sus edificios y conocer sus secretos es una experiencia que nos transporta a un pasado fascinante, invitándonos a reflexionar sobre la grandeza de las civilizaciones antiguas y la fragilidad de su esplendor.