Una de las historias más curiosas y conmovedoras de Sevilla la encontramos en pleno barrio de Santa Cruz y tiene como protagonista a una hermosa mujer llamada Susona, la «Fermosa Fembra», como era conocida.
La ambición de Diego Ben Susón
Era hija de un acaudalado comerciante judío llamado Diego Ben Susón, Diego ansiaba el poder pero su condición de judeoconverso no se lo permitía por lo que urdió un plan para tomar el control de la ciudad como si fuera un «golpe de Estado».
Pero padre e hija tenían sus propios planos y no eran convergentes, él ansiaba ese poder y ella casarse con un caballero cristiano al que todas las noches veía a escondidas de su padre.
Una noche hubo una reunión secreta en casa de Diego Ben Susón, acudían otros ricos comerciantes y Susona veía como su cita la tenía que retrasar, no pudo menos que escuchar la conversación de su padre con sus «socios» en este proyecto de «tomar el control de la ciudad» y el levantamiento que pretendían.
Susona confió en su amado y le contó los planes de su padre, aquella confesión de la joven fue fatal. El caballero cristiano acudió a Diego de Merlo, asistente mayor de Sevilla y a la mañana siguiente las tropas apresaron a todos los conspiradores.
Ahorcados por alta traición
Fue un juicio rápido, la conspiración o el delito de alta traición se pagaba con la muerte y, de esta forma, todos fueron ahorcados en Tablada.
Junto a Diego Ben Susón estaban Bartolomé Torralba, Pedro Fernández de Venedera, Juan Fernández de Albolasya, Manuel Saluí, los hermanos Aldalfe de Triana y otras veinte personas más.
Cuando Susona comprendió el alcance de lo que había hecho corrió a pedir ser bautizada y confesión posterior, aquellos sacramentos los realizó Reginaldo Romero, arcipreste, pero Susona jamás se perdonó y sufrió el desprecio de todos los judíos.
Tétrica última voluntad
De esta forma, repudiada, decidió entrar en un convento de clausura donde permaneció hasta el final de sus días.
Cuando llegaba la hora de su muerte dispuso que su cabeza fuera separada de su tronco, una vez fallecida, y se colocara en la puerta de su casa, en la Judería de Sevilla (Barrio de Santa Cruz) donde todos recordaran la traición de una hija a su padre.
Hoy, si camina por la calle Susona, antigua calle Muerte, verá numerosas referencias a esta historia y a una cabeza que permaneció en aquel lugar hasta el año 1600.