Hace muchos años mi padre me contó una historia «de nadie» de la ciudad. Jamás la he vuelto a escuchar pero a mi me transportaba a otros tiempos.
Él me decía que, hace mucho tiempo, siendo Sevilla una ciudad muy floreciente, existía un jardín secreto en el corazón de la ciudad, en un punto hoy desconocido. Era un lugar mágico, donde las flores siempre estaban en flor y los árboles siempre daban fruto. El origen del jardín lo no conocía nadie pero todos lo consideraban un tesoro de la ciudad.
El guardián del jardín
La leyenda narraba como un anciano vivía allí en soledad en una pequeña casa, en pleno centro de la ciudad, era el guardián del jardín. Era un hombre sabio y amable, que siempre estaba dispuesto a ayudar a quienes lo necesitaran. Pero nadie sabía su nombre, ni de dónde había venido.
La gente de Sevilla se preguntaba cómo era posible que el jardín siempre estuviera tan hermoso, incluso en los días más calurosos del verano. Se decía que el anciano tenía un don especial para cuidar de las plantas, y que hablaba con ellas como si fueran sus amigos.
Un día, un joven llamado Diego decidió visitar el jardín secreto. Había oído hablar de él durante años, pero nunca había tenido la oportunidad de verlo por sí mismo. Diego era un joven apuesto y ambicioso, que soñaba con hacerse rico y famoso.
Cuando llegó al jardín, se quedó asombrado por su belleza. Las flores eran de colores brillantes y los árboles estaban cargados de frutos maduros. Pero lo que más le sorprendió fue la presencia del anciano, que estaba sentado en una silla, rodeado de plantas.
Diego se acercó al anciano y le preguntó cómo era posible que el jardín siempre estuviera tan hermoso. El anciano le respondió que era gracias a su amor por las plantas, y que las cuidaba con cariño todos los días. Diego se burló de él y le preguntó si había alguna forma de hacerse rico con el jardín.
El anciano le respondió que el jardín no era para hacerse rico, sino para disfrutar de la belleza y la armonía de la naturaleza. Pero Diego no estaba satisfecho con esa respuesta, y decidió robar algunas de las plantas para venderlas en el mercado.
La codicia y el desconocimiento
Esa noche, cuando Diego llegó a casa con las plantas robadas, se dio cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. Las plantas parecían haber perdido su vitalidad, y sus hojas se habían marchitado. Diego se preocupó, pero decidió seguir adelante con su plan de vender las plantas.
Pero a medida que pasaban los días, las plantas seguían perdiendo su vitalidad, y Diego comenzó a sentirse cada vez más enfermo. Se dio cuenta de que había cometido un error al robar las plantas sagradas del jardín secreto, y que había provocado la ira de los dioses.
Finalmente, después de varios días de sufrimiento, Diego decidió regresar al jardín y devolver las plantas robadas al anciano. Cuando llegó, lo encontró sentado en la misma silla, rodeado de plantas, como si nada hubiera pasado. El anciano miró a Diego con tristeza y le dijo que había cometido un gran error al robar las plantas del jardín sagrado.
Diego se disculpó con el anciano y le pidió su perdón. El anciano le dijo que no era él quien debía perdonarlo, sino los dioses del jardín secreto. Le explicó que el jardín era un lugar sagrado y que estaba protegido por un hechizo que sólo permitía la entrada a aquellos que lo respetaban y lo trataban con amor y cariño.
El anciano le dijo a Diego que para reparar su error, debía hacer una ofrenda a los dioses del jardín secreto. Le pidió que trajera una flor de cada una de las plantas que había robado y las pusiera en un lugar especial en el jardín. Diego aceptó la tarea y se fue a buscar las flores.
Cuando regresó al jardín secreto con las flores, el anciano lo condujo a un lugar especial en el centro del jardín, donde había un pequeño altar. Diego puso las flores en el altar y se arrodilló ante él. Entonces, el anciano comenzó a cantar una melodía suave y hermosa, que parecía venir de otro mundo.
La paz del espíritu y la armonía
De repente, las flores comenzaron a brillar con una luz dorada, y una suave brisa comenzó a soplar a través del jardín. Diego sintió una sensación de paz y armonía en su corazón, y supo que había sido perdonado.
Desde entonces, Diego se convirtió en un defensor del jardín secreto y de la naturaleza. Pasó el resto de su vida enseñando a los demás a respetar y cuidar el medio ambiente, y siempre recordó la lección que había aprendido en el jardín secreto.
La leyenda del jardín secreto de Sevilla es muy desconocida, no se si se la inventó mi padre para entretener a un niño o si tiene una base real pero, con el tiempo aprendí que era una advertencia de los peligros de la codicia y la avaricia.
Es una invitación a cuidar y proteger la naturaleza que nos rodea y que los que visitan Sevilla hoy en día, puedan sentir la presencia de todo ese jardín secreto en los hermosos lugares y parques de la ciudad, y puedan aprender la lección de Diego, de amar y proteger todo lo que nos rodea, que falta hace.