Sevilla es una ciudad llena de leyendas e historias heterodoxas, uno de los personajes que más acumula es el rey Pedro I «el Cruel» o «el Justiciero». Una de ellas es particularmente evocadora y tiene, incluso, su calle en Sevilla.
Rivalidad con los «Guzmanes»
Cuentan la leyenda que en siglo XIV, el rey vivía soportando las burlas de un joven perteneciente a la poderosa familia de los Guzmán. Cuentan que el joven caballero se mofaba de una cojera que sufría el rey y eso le hacia estar de un tremendo mal humor.
Colmada su paciencia decidió actuar cobrándose él mismo la justicia y, una noche, embozado en una capa, espero al joven en una solitaria y oscura calle de la ciudad. Desenfundaron ambos para medir sus aceros y el sonar del metal no se hizo esperar, el duelo era «a muerte».
Una anciana dormía en su casa y vio turbado su sueño por el ruido de los aceros, de las espadas. Se asoma y ve a dos hombres, dos caballeros, luchando enconadamente, le mujer suelta el candil que sostenía, mientras cae, Pedro I da muerte a su oponente y al caer el candil ilumina la escena descubriendo la identidad del asesino.
Justicia al difunto
Al día siguiente corre por la ciudad que uno de los hijos del Conde de Niebla ha sido asesinado por una espada. Se eleva el asesinato el rey y este asegura que una vez descubra al asesino se expondrá su cabeza al pueblo para que todos conozcan su identidad, en el mismo sitio donde se cometió el asesinato. Cuentan que el rey, incluso, daba una recompensa a cualquier información que llegara de este tema.
Días más tarde se persona ante el rey la anciana con la intención de cobrar la recompensa revelando la identidad del asesino, ella cobra la recompensa a cambio de la información y de su silencio.
El rey llama a una escolta con una caja que queda «instalada» en un hueco de la pared, decían que era la cabeza del asesino la que estaba en su interior. La familia del COnde de Niebla reclama que se descubra para conocer su identidad, pero el rey manda poner dos guardias armados que lo impiden.
Tiempo después el rey murió y los Guzmán se precipitaron en conocer la identidad del asesino, la sorpresa fue encontrar, un busto en mármol del propio rey, reconociendo su tropelía pues era mejor espadachín que su rival.
Hoy, en la calle Cabeza del Rey Don Pedro podemos encontrar su busto y, justo frente, un candil que cuelga de una cadena.