Sevilla, siglo III d.C. Justa y Rufina, dos hermanas nacidas en el seno de una familia modesta pero de firmes convicciones cristianas, dedicaban su vida a la alfarería y a la difusión del Evangelio en un contexto dominado por el paganismo romano.
En una época marcada por las fiestas paganas, Justa y Rufina se enfrentaron a la tradición al negarse a entregar limosnas a la procesión de la diosa Venus. Su acto de fe las llevó a destruir la figura de la diosa, desatando la furia de los paganos.
Justa y Rufina: un relato de fe inquebrantable
Las hermanas Justa y Rufina, firmes en su fe cristiana, desafiaron al prefecto Diogeniano al negarse a participar en las fiestas paganas. Sometidas a atroces torturas, incluyendo el potro y los garfios de hierro, su espíritu inquebrantable las llevó a superar las pruebas con admirable entereza.
Ante la ineficacia de las torturas, Diogeniano las condenó a penurias en una oscura cárcel, donde el hambre y la sed se convirtieron en sus verdugos. Su fortaleza las mantuvo vivas, frustrando una vez más los planes del Prefecto.
Obligadas a caminar descalzas hasta Sierra Morena, Justa y Rufina soportaron el arduo viaje con admirable determinación. Su fe las impulsaba a seguir adelante, desafiando la crueldad de Diogeniano.
De nuevo en prisión, Justa sucumbió al hambre y la enfermedad. Su cuerpo fue arrojado a un pozo, pero el obispo Sabino lo rescató, dando testimonio de su fe inquebrantable.
Con la esperanza de quebrar la voluntad de Rufina, Diogeniano la condenó a ser devorada por un león en el anfiteatro. Sin embargo, la bestia se amansó ante ella, lamiendo sus vestiduras en un acto de sumisión.
Furioso por la escena en el anfiteatro, Diogeniano ordenó degollar a Rufina y quemar su cuerpo. Una vez más, el obispo Sabino recogió sus restos y los enterró junto a los de su hermana en el año 287.
Hoy, en las Sagradas Cárceles del Santuario de la Santísima Trinidad de Sevilla, en Ronda de Capuchinos, se puede bajar y contemplar como era este lugar y hasta asomarse al pozo donde, dicen, se puede ver el cráneo de una de las santas.
La historia de Justa y Rufina está basada en hechos históricos, aunque la tradición ha añadido algunos elementos legendarios. Su martirio está documentado en los primeros registros cristianos y su culto se extendió rápidamente por la Península Ibérica. Las hermanas Justa y Rufina son veneradas como santas en la Iglesia católica.