Enclavada en el centro histórico de Sevilla, la Casa de Salinas es un auténtico tesoro arquitectónico que nos transporta al siglo XVI. Este palacio señorial, testigo mudo de la pujanza y el esplendor de la ciudad en aquella época, se erige como un emblema de la nobleza y el buen gusto sevillanos.
Su fachada, de una sobriedad que contrasta con la riqueza de su interior, nos invita a adentrarnos en un universo de belleza y elegancia. La portada principal, adintelada y rematada por un arco de medio punto, da acceso a un zaguán que nos recibe con el fresco aroma de la historia. El suelo, pavimentado con losas de Tarifa, cruje bajo nuestros pies, anunciando el comienzo de un recorrido por el tiempo.
Al cruzar el umbral, nos encontramos con el patio principal, un espacio de doble altura que nos deja sin aliento. Rodeado por columnas de mármol que sostienen arcos de medio punto, el patio es una oda a la armonía y la proporción. Las yeserías del siglo XVI, delicadas y sofisticadas, adornan los muros y los techos, creando un ambiente de refinada belleza. Los zócalos de azulejos de Triana, con sus vivos colores y sus motivos geométricos, añaden un toque de alegría y vitalidad al conjunto.
En un segundo patio, más íntimo y recoleto, se encuentra un tesoro arqueológico de incalculable valor: un mosaico romano del siglo II dedicado a Baco, dios del vino. Esta obra maestra, procedente de la antigua ciudad de Itálica, nos conecta con un pasado remoto y nos habla de la riqueza cultural de la región. Presidiendo este espacio, la imagen de la Virgen de los Remedios, trasladada desde el antiguo Convento de los Remedios, nos recuerda la profunda religiosidad de nuestros antepasados.
La planta alta de la casa nos reserva nuevas sorpresas. Las vidrieras, fabricadas por la prestigiosa Real Fábrica de la Cartuja de Sevilla-Pickman, inundan las estancias de una luz cálida y tamizada, creando una atmósfera mágica y acogedora. Las habitaciones, decoradas con muebles y objetos de época, nos permiten imaginar la vida cotidiana de una familia noble en el siglo XVI.
La Casa de Salinas no es solo un edificio, es un viaje en el tiempo. Un viaje que nos lleva desde el esplendor del Renacimiento hasta la actualidad, pasando por siglos de historia y de transformaciones. Un viaje que nos permite apreciar la belleza y la complejidad de nuestro patrimonio.
Conexión con Jaén
Sus orígenes se remontan a 1577, cuando el visionario Baltasar de Jaén erigió esta majestuosa mansión como epicentro de su linaje. Durante siglos, la Casa de Salinas fue el hogar de generaciones de la familia Jaén, quienes la convirtieron en un bastión de poder y prestigio en la Sevilla del siglo XVI. Sus muros absorbieron las alegrías y las penas, los éxitos y las adversidades de una familia que dejó una profunda huella en la historia de la ciudad.
Sin embargo, el inexorable paso del tiempo y los avatares de la historia marcaron el devenir de la casa. Con la extinción del mayorazgo de los Jaén en 1843, la mansión quedó desprovista de sus antiguos dueños y comenzó una nueva etapa marcada por la incertidumbre. Sus estancias, antes llenas de vida y de voces, se sumieron en un silencio sepulcral.
Durante un tiempo, la casa fue utilizada para diversos fines, entre ellos como logia masónica, un espacio donde se reunían hombres ilustres para debatir ideas y forjar alianzas. Pero fue a principios del siglo XX cuando la Casa de Salinas encontró un nuevo destino. La familia Ybarra, una de las más poderosas de Sevilla, adquirió la propiedad y la sometió a una profunda restauración, devolviéndole su esplendor original.
No obstante, fue en 1930 cuando la casa encontró su verdadero hogar, Manuel de Salinas Malagamba, un apasionado de la historia y el arte, adquirió la propiedad y la convirtió en su residencia. Desde entonces, la Casa de Salinas ha permanecido en manos de la familia Salinas, quienes se han encargado de preservarla y de ponerla en valor.
La Casa de Salinas es mucho más que una simple vivienda. Es un museo vivo que nos permite adentrarnos en la historia de Sevilla y conocer el modo de vida de la nobleza sevillana en el siglo XVI. Sus muros, sus techos y sus suelos cuentan historias de amor, de poder, de intrigas y de grandes transformaciones.