Hablar de la Santa Inquisición es adentrarse en un periodo histórico complejo, marcado por el temor a la herejía, la búsqueda de unidad religiosa y los intereses políticos y económicos de la Corona española. Este oscuro episodio, que fue tanto importante como tortuoso, tuvo su origen en el siglo XII, con la creación de un instrumento destinado a combatir la herejía cátara en el sur de Francia, bajo el mando del Papa Lucio III. Aunque muchos asocian la Inquisición exclusivamente con España, su historia es anterior y europea.
El nacimiento de la Inquisición española
El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en España nació en 1478 por orden de los Reyes Católicos, quienes buscaban reforzar la cohesión política y religiosa en un momento de crisis económica tras las campañas militares en Granada y las conquistas de ultramar. Tomás de Torquemada, designado Inquisidor General en 1485, lideró este aparato que rápidamente extendió su influencia a ciudades como Zaragoza, Valencia, Barcelona y, especialmente, Sevilla.
En Sevilla, el tribunal adquirió especial relevancia. En 1481, se registraron más de 2.000 personas quemadas en la hoguera, y para 1520, el número de condenados superó los 30.000, de los cuales 4.000 enfrentaron el fuego. La primera sede del tribunal fue el solar donde hoy se encuentra la Iglesia de la Magdalena, mientras que el alto volumen de presos obligó a trasladar sus operaciones al Castillo de San Jorge en Triana, un recinto con más de 26 cárceles secretas.
La Inquisición no solo perseguía herejes, sino también buscaba consolidar la unidad religiosa como un medio para fortalecer el poder político. En este contexto, la comunidad judía fue uno de los principales blancos. Las propiedades y bienes de familias adineradas fueron confiscados, generando ingresos significativos para la Corona. Además, los musulmanes fueron perseguidos tras la caída del reino nazarí de Granada en 1492.
Con el tiempo, la jurisdicción del tribunal se amplió para incluir a sodomitas, brujas, esclavos, moriscos y descendientes de conversos. Estas condenas no solo tenían un componente religioso, sino que también reflejaban los valores sociales y políticos de la época.
Los autos de fe: espectáculo y control social
Los autos de fe se convirtieron en eventos multitudinarios en Sevilla. Celebrados primero en las gradas de la Catedral y luego en la Plaza de San Francisco, estos actos eran tanto rituales religiosos como espectáculos públicos. Las condenas se ejecutaban en distintos lugares, con el quemadero situado en Tablada como el escenario final de los castigos.
El fervor popular en estos eventos evidenciaba cómo el miedo y la fe se entremezclaban para consolidar el control del Santo Oficio sobre la sociedad. A pesar de los costos asociados a los autos de fe, las multas y confiscaciones mantenían la maquinaria inquisitorial en funcionamiento.
Hoy en día, vestigios de la Inquisición en Sevilla aún son visibles, como los frescos de Lucas Valdés en la Iglesia de la Magdalena, que representan escenas de autos de fe. Estos testimonios nos permiten reflexionar sobre uno de los periodos más oscuros de la historia española, en el que la fe fue utilizada como herramienta de control y opresión.
La influencia del Tribunal de la Santa Inquisición trascendió fronteras, llegando incluso a México, donde replicó sus métodos de denuncia y castigo bajo el Consejo Supremo en España. Este capítulo histórico, que mezcla fanatismo, poder y sufrimiento, sigue siendo una fuente inagotable de estudio y debate.
El Tribunal de la Inquisición marcó profundamente la historia de Sevilla y del mundo hispánico, dejando una huella que aún resuena como advertencia contra los excesos del poder en nombre de la religión.
El Castillo de San Jorge: un vestigio histórico de Sevilla, de fortaleza visigoda a sede de la Inquisición
El Castillo de San Jorge, ubicado en el barrio de Triana en Sevilla, se erige como un testigo mudo de una historia que atraviesa siglos de conquistas, religión, y poder. Aunque no se conoce con precisión el momento exacto de su construcción, diversos indicios apuntan a un origen visigodo, seguido de una etapa de dominio musulmán. La historia de esta fortificación encapsula los avatares de una ciudad que ha sido crisol de culturas y escenario de algunos de los episodios más oscuros de la historia española.
En el año 1171, durante el reinado del califa almohade Abu Yacub Yusuf, el castillo alcanzó un rol estratégico vital: se ordenó que el puente de barcas, la única conexión entre Sevilla y Triana, se anclara a sus muros. Este conjunto defensivo no solo incluía la fortaleza principal, sino también una muralla con diez torres, una barbacana y un foso, consolidando así su posición como baluarte de protección para la ciudad.
Con la reconquista cristiana en noviembre de 1248, el castillo cambió de manos y, durante unos 30 años, fue otorgado a la Orden Militar de San Jorge, de la que deriva su nombre actual. Sin embargo, con el tiempo, su relevancia militar disminuyó y comenzó a adquirir un carácter más administrativo y simbólico.
El oscuro legado de la Inquisición
En 1481, el Castillo de San Jorge se transformó en la sede de la recién instaurada Inquisición Española en Sevilla, un hecho que marcaría profundamente su historia y la memoria colectiva de la ciudad. La fortaleza albergó el tribunal del Santo Oficio hasta 1626 y, posteriormente, en un segundo periodo desde 1639 hasta el siglo XVIII.
Dentro de sus muros se encontraban diversas dependencias que servían tanto para el funcionamiento administrativo como para la reclusión y tortura de los prisioneros. Entre las estancias se conservan vestigios de la casa del portero, las cuadras, las viviendas del nuncio y del notario, así como las infames cárceles. Estas celdas, pequeñas y oscuras, estaban ubicadas cerca de la actual calle San Jacinto y se distribuían en 26 a 30 prisiones secretas, además de otras 12 situadas en las torres del castillo. En la torre de San Jerónimo, se encontraba la temida cámara del tormento, utilizada para obtener confesiones a través de métodos brutales.
Otro espacio notable es la Sala de Audiencias Secundarias, única en su tipo conservada en España. En este lugar, los fiscales leían los cargos contra los acusados, marcando el inicio de procesos que a menudo terminaban en condenas fatales.
La ruta del condenado: del castillo al quemadero
El Castillo de San Jorge fue el punto de partida para los condenados por la Inquisición en Sevilla. Su marcha final comenzaba en la fortaleza, atravesando el río por el puente de barcas y cruzando la Puerta de Triana. Desde allí, los prisioneros pasaban junto a la Iglesia de la Magdalena, primera sede del tribunal, para finalmente llegar a la Plaza de San Francisco.
En este lugar, se celebraban los Autos de Fe, ceremonias públicas donde se dictaban las sentencias. Las ejecuciones tenían lugar en el Quemadero del Prado de San Sebastián, un espacio extramuros al que se accedía por la Puerta de Jerez. Este lugar, considerado maldito, albergó la última ejecución en la hoguera en 1781, marcando el fin de un capítulo aterrador de la historia sevillana.
Con el declive de la Inquisición, el castillo fue abandonado y gradualmente perdió su importancia. En 1823, sobre sus ruinas se erigió el mercado de abastos del barrio de Triana, que sigue en funcionamiento hasta hoy. Renovado en 2001, el mercado comparte espacio con el Centro Temático de la Tolerancia, un museo dedicado a recordar la historia de la Inquisición y promover los valores de diversidad y respeto.
Desde su construcción como fortaleza visigoda hasta su papel como sede de la Inquisición y su transformación en mercado, este lugar encapsula la riqueza y las contradicciones de la historia hispana. Hoy, el sitio invita a la reflexión, recordando tanto los horrores del pasado como las oportunidades de aprendizaje que nos ofrece la historia.
La Inquisición Española: Un Tribunal bajo el control de la Monarquía
A diferencia de la Inquisición pontificia medieval, la Inquisición española marcó una era distinta en la historia eclesiástica al ser una institución controlada directamente por la monarquía. Fue instaurada en 1478 por mandato de los Reyes Católicos mediante una bula del papa Sixto IV. Este tribunal, inicialmente limitado a la Corona de Castilla, surgió como respuesta a los problemas de judeización entre los conversos sevillanos. Poco después, en 1483, su influencia se extendió al Reino de Aragón y a los territorios de ultramar, con tribunales establecidos en México, Lima y Cartagena de Indias.
Durante los siglos XVI y XVII, considerados la “edad dorada” de la Inquisición, el tribunal se dedicó con rigor a la persecución de judeizantes, moriscos y protestantes. Sin embargo, con el paso al siglo XVIII, la Inquisición comenzó a declinar. Las comunidades que habían sido su objetivo principal prácticamente desaparecieron, y el tribunal dirigió su atención hacia otros sectores de la sociedad: blasfemos, bígamos, curanderos y clérigos de ideología jansenista, considerados transgresores de la moral católica.
Los métodos inquisitoriales también se transformaron. Aunque no se abandonó el uso de la tortura, este se moderó significativamente, y se eliminaron prácticas humillantes como colgar los sambenitos en las iglesias. Este cambio reflejaba la influencia de las ideas ilustradas y las reformas impulsadas por los monarcas borbones, que buscaban modernizar las instituciones.
El Caso de María Dolores López: El último Auto de Fe
El último auto de fe de la Inquisición española tuvo lugar en Sevilla en 1781, donde María Dolores López, conocida como “la beata Dolores”, fue la última persona condenada a muerte. Esta sevillana, nacida en una familia estrechamente ligada al clero, quedó ciega a los doce años y pasó gran parte de su vida inmersa en un entorno de religiosidad y misticismo. Sin embargo, los escándalos y rumores sobre su vida privada, incluyendo acusaciones de brujería, la llevaron a ser procesada por la Inquisición.
Tras ser declarada culpable, Dolores evitó ser quemada viva al pedir confesión. Fue ejecutada mediante garrote vil, y su cuerpo fue incinerado en el quemadero del Prado de San Sebastián. Su caso simboliza tanto el fanatismo del tribunal como su declive, ya que este fue el último de tales procesos en España.
El Fin de la Inquisición Española
El declive definitivo de la Inquisición comenzó con la invasión napoleónica en 1808 y las posteriores reformas liberales. El tribunal fue abolido por las Cortes de Cádiz en 1813, aunque Fernando VII lo restableció en 1814 tras la restauración del Antiguo Régimen. Sin embargo, su existencia fue breve: en 1820, el pronunciamiento liberal de Riego obligó a su supresión.
En 1823, tras el Trienio Liberal, el absolutismo regresó, pero la Inquisición no fue reinstaurada. Finalmente, en 1834, durante la regencia de María Cristina de Borbón, la institución fue abolida de forma definitiva, poniendo fin a más de tres siglos de historia.
La Inquisición española es recordada como una institución que marcó profundamente la vida política, religiosa y social de la época. Sus transformaciones y eventual desaparición reflejan el choque entre el antiguo régimen y las nuevas ideas que moldearon la España moderna. Para quienes deseen explorar más sobre este capítulo histórico, Sevilla ofrece visitas guiadas y recursos que narran las historias de sus protagonistas y los métodos empleados por el temido tribunal.