En el centro de Sevilla se erigió a principios del siglo XX una joya arquitectónica que, desafortunadamente, fue víctima del paso del tiempo y de las transformaciones urbanísticas: el Palacio de los Sánchez-Dalp. Este imponente edificio, concebido por el empresario Miguel Sánchez-Dalp y diseñado por el arquitecto Simón Barris, era un fiel reflejo de la Sevilla de principios de siglo, una ciudad que buscaba reconciliar su pasado con las nuevas tendencias arquitectónicas.
El palacio, ubicado en la céntrica Plaza del Duque, se erigió sobre los cimientos de una antigua casa que el propio Sánchez-Dalp poseía. Su construcción, iniciada en 1908, fue una auténtica obra de arte que combinaba a la perfección los estilos regionalista y neomudéjar. Fachadas ricamente decoradas, patios interiores llenos de luz y una exuberante ornamentación interior, convertían al palacio en un verdadero oasis en medio de la ciudad.
La arquitectura del Palacio de los Sánchez-Dalp era una oda al pasado andaluz, con referencias a los estilos plateresco y mudéjar, pero al mismo tiempo, incorporaba elementos innovadores que lo situaban a la vanguardia de la arquitectura de su tiempo. Su influencia se hizo sentir en numerosos edificios construidos posteriormente en Sevilla, consolidando lo que se conoce como el «estilo sevillano».
Desafortunadamente, el Palacio de los Sánchez-Dalp no pudo resistir el paso del tiempo y las presiones urbanísticas. A mediados del siglo XX, fue demolido para dar paso a un edificio de usos comerciales, una decisión que generó una gran polémica y que aún hoy en día es lamentada por los amantes del patrimonio arquitectónico.
La Sevilla de mediados del siglo XX
A mediados del siglo XX, la Plaza del Duque de Sevilla presentaba un rostro radicalmente distinto al que conocemos hoy. En aquel entonces, este espacio urbano era el epicentro de un conjunto arquitectónico de excepcional belleza y valor histórico. Rodeada de palacios y edificios señoriales, la plaza irradiaba un aura de elegancia y distinción que la convertía en uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad.
El Palacio de los Sánchez-Dalp, con su exuberante decoración y su estilo ecléctico, era el indiscutible protagonista de este conjunto. Junto a él, el Palacio del Marqués de Palomares y el Colegio de Alfonso X completaban un triángulo de poder y prestigio. Pero la riqueza arquitectónica de la plaza no se limitaba a estos tres edificios. El Palacio Cavalieri, con su portada renacentista, el Hotel Venecia y el Teatro del Duque, contribuían a crear un ambiente sofisticado y cosmopolita.
Cada uno de estos edificios, con su propia historia y personalidad, conformaba un conjunto urbano de gran coherencia estética. La Plaza del Duque era, en aquel entonces, un verdadero museo al aire libre, donde la historia y el arte se daban la mano.
La demolición de algunos de estos edificios, como el Palacio de los Sánchez-Dalp, supuso una pérdida irreparable para la ciudad. Hoy en día, la Plaza del Duque ha perdido gran parte de su antiguo esplendor, aunque sigue siendo un lugar con encanto y un punto de encuentro para los sevillanos.