El Palacio de los Marqueses de La Algaba, ejemplo del arte mudéjar en Sevilla

Se establecieron estrechos vínculos con la cercana Iglesia de Omnium Sanctorum, a la que los marqueses accedían a través de un pasaje elevado y una tribuna reservada.

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Palacio en la calle Feria.
Fachada Palacio Marqueses de La Algaba.

En las proximidades de la calle Feria encontramos el singular Palacio de los Marqueses de La Algaba, un auténtico tesoro de la arquitectura mudéjar. Este edificio histórico, construido en 1474 por orden de Juan de Guzmán y Torres, I señor de La Algaba, ha sido testigo de siglos de historia, transformándose y adaptándose a las cambiantes circunstancias de la ciudad y de la familia que lo habitó.

La historia del palacio está íntimamente ligada a la de la familia Guzmán, una de las más poderosas de Sevilla. A lo largo de generaciones, los Guzmán ampliaron y embellecieron el palacio, adquiriendo propiedades adyacentes y encargando obras de arte de gran valor. La influencia de la Corona también se hizo sentir, cuando en 1565 Felipe II convirtió el señorío de La Algaba en un marquesado, elevando así el estatus de la familia y del palacio.

Uno de los aspectos más destacados del palacio es su riqueza artística. Su estilo mudéjar, caracterizado por la mezcla de elementos cristianos y musulmanes, se manifiesta en la exuberancia de sus decoraciones, en la delicadeza de sus yeserías y en la elegancia de sus arcos. Destaca su imponente portada gótico-mudéjar, una verdadera obra de arte que nos transporta a otra época.

A lo largo de los siglos, el palacio ha sufrido diversas transformaciones. En el siglo XVI, Rodrigo de Guzmán, uno de sus más ilustres propietarios, encargó la fabricación de numerosas piezas de mármol en Génova, que fueron utilizadas para decorar el palacio. Sin embargo, el paso del tiempo y los avatares de la historia han dejado su huella, y muchas de estas piezas se han perdido o han sido trasladadas a otros lugares.

El Palacio de los Marqueses de La Algaba: Una evolución a través de los siglos

El Palacio de los Marqueses de La Algaba, joya de la arquitectura mudéjar sevillana, ha sido testigo de una compleja historia que se extiende a lo largo de varios siglos. Tras su construcción en el siglo XV, el palacio experimentó numerosas transformaciones y ampliaciones a manos de sus sucesivos propietarios, los marqueses de La Algaba.

Las reformas del siglo XVI introdujeron elementos renacentistas, enriqueciendo aún más la arquitectura del edificio. En este periodo, se establecieron estrechos vínculos con la cercana Iglesia de Omnium Sanctorum, a la que los marqueses accedían a través de un pasaje elevado y una tribuna reservada.

A partir del siglo XVII, el palacio comenzó a ser utilizado de manera más ocasional por los marqueses, quienes trasladaron su residencia habitual a La Algaba. A pesar de ello, el edificio continuó siendo un importante centro de poder y prestigio.

Durante los siglos XVIII y XIX, el palacio sufrió diversas transformaciones y divisiones. Se vendieron terrenos, se construyeron nuevas edificaciones y se adaptaron espacios para usos distintos a la residencia nobiliaria, como teatros y locales comerciales. A mediados del siglo XIX, el palacio se encontraba en un estado de deterioro considerable, y parte de sus elementos decorativos originales se perdieron.

Afortunadamente, a finales del siglo XX, el Ayuntamiento de Sevilla adquirió el palacio con el objetivo de restaurarlo y ponerlo en valor. Gracias a una importante inversión y a un minucioso trabajo de rehabilitación, el edificio recuperó su esplendor original y se convirtió en el Centro de Arte Mudéjar de Sevilla, un espacio dedicado a la difusión y promoción del arte mudéjar.

Arte mudéjar sevillano

Su portada principal, una obra maestra del gótico mudéjar, nos recibe con su elegante diseño de dos cuerpos. La planta baja, construida con sillares de piedra, contrasta con la superior, adornada con coloridos azulejos que confieren al conjunto un aire de distinción.

Al adentrarnos en el palacio, descubrimos un patio central organizado en torno a arquerías que, en su origen, descansaban sobre esbeltas columnas de mármol traídas desde Génova. Aunque muchas de ellas se han perdido con el paso del tiempo, su recuerdo pervive en la estructura del edificio. La torre lateral, con su silueta similar a la de la Torre de los Guzmanes en La Algaba, añade un toque de singularidad al conjunto.

El interior del palacio guarda sorpresas en cada rincón. Destaca el artesonado original de una de las salas de la planta baja, una verdadera obra de arte que nos revela la maestría de los artesanos mudéjares. Los intrincados dibujos vegetales y los escudos de armas que adornan este artesonado son un testimonio del poder y la riqueza de la familia Guzmán. La grandiosa escalera principal, cuidadosamente restaurada, nos conduce a las plantas superiores del edificio, donde podemos admirar otras estancias decoradas con elementos mudéjares.

Desde el 11 de enero de 2013, el palacio alberga el Centro del Mudéjar, un espacio dedicado a la difusión y promoción de este estilo artístico. En sus salas, podemos contemplar una rica colección de piezas mudéjares, entre las que destacan tinajas, sellos, pila bautismal, canes polícromos, paños de arrocabe, almizates, piñas de mocárabes, fragmentos de yeserías, azulejos y lápidas góticas. Cada una de estas piezas nos cuenta una historia y nos permite comprender la importancia del arte mudéjar en la cultura sevillana.

Visitar el Palacio de los Marqueses de La Algaba es sumergirse en un universo de belleza y sofisticación. Es un viaje en el tiempo que nos permite admirar la maestría de los artesanos mudéjares y conocer la historia de una de las familias más importantes de Sevilla.