La exposición «Los Machado. Retrato de Familia», inaugurada por el rey Felipe VI en la Real Fábrica de Artillería de Sevilla, ofrece una mirada única y emotiva sobre la vida y la obra de los hermanos Antonio y Manuel Machado. Esta muestra pone en primer plano la profunda relación fraternal entre ambos poetas, cuya historia ha sido en ocasiones distorsionada por los acontecimientos de la Guerra Civil. Uno de los aspectos más destacados de la exposición es la presentación conjunta, por primera vez, de los fondos machadianos custodiados por la Fundación Unicaja y la Real Academia Burgense de Historia y Bellas Artes, junto a objetos personales y manuscritos inéditos de los dos autores.
Esta muestra, que ha reunido más de 50 instituciones y colecciones privadas, ofrece un recorrido que arranca en la infancia de los Machado en Sevilla. Allí, en el seno de una influyente familia intelectual, comenzó a gestarse la sensibilidad artística de ambos. La influencia de figuras familiares como su abuelo, Antonio Machado Núñez, rector de la Universidad de Sevilla y defensor del entorno natural, y su abuela, Cipriana Álvarez Durán, apasionada de la pintura y el romancero popular, dejó una huella indeleble en la obra de los hermanos.
Un punto importante en sus vidas fue la mudanza a Madrid en su juventud, para estudiar en la Institución Libre de Enseñanza, creada por Francisco Giner de los Ríos. Esta etapa les permitió adentrarse en los círculos literarios y teatrales de la capital, justo cuando el fallecimiento de su padre, Demófilo, dejó una marca indeleble en su trayectoria. La exposición incluye cartas, poemas y fotografías que muestran cómo los Machado compartían sus pensamientos más íntimos y fortalecían sus lazos familiares, aun en la distancia.
El recorrido sigue los pasos de ambos hermanos a través de sus primeras publicaciones: «Alma» de Manuel en 1902 y «Soledades» de Antonio un año después, reflejando influencias modernistas pero con enfoques distintos. Sus caminos se separaron en 1907, cuando Antonio se trasladó a Soria, donde conoció a Leonor Izquierdo, quien falleció prematuramente, un golpe que marcó profundamente su obra, como lo demuestra «Campos de Castilla». Mientras tanto, Manuel se asentaba en Madrid y comenzaba una carrera como bibliotecario.
El reencuentro fraternal en 1919 los llevó a colaborar en el teatro y a vivir intensamente los cambios políticos de la época, especialmente la llegada de la Segunda República, proyecto al que ambos apoyaron. La exposición también aborda el difícil periodo de la Guerra Civil, donde los hermanos se vieron separados. Manuel quedó atrapado en Burgos, mientras que Antonio siguió el éxodo republicano hacia Valencia y Barcelona.
Uno de los momentos más conmovedores de la exposición llega al narrar la muerte de Antonio en Collioure, Francia, en 1939, y la llegada de su hermano Manuel para despedirse de él. En su gabán, encontraron el último verso de Antonio: «Estos días azules y este sol de la infancia», un retorno a la Sevilla que marcó su vida y a la que nunca dejó de pertenecer.
La exposición no solo reivindica la figura de ambos hermanos, sino que invita a redescubrir su legado literario y humano, resaltando la importancia de su relación en la creación artística y su impacto en la memoria cultural española.