Simbología y protagonistas del Monumento a la Inmaculada en Sevilla

La base sobre la que descansa la Virgen incluye una luna creciente, un símbolo extraído del Apocalipsis (12:1): “Una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”

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La Giralda y la Inmaculada.
La Plaza de la Inmaculada y el monumento.

El Monumento a la Inmaculada, situado en la Plaza del Triunfo de Sevilla, está impregnado de una simbología que trasciende la estética arquitectónica y escultórica. Cada elemento de esta obra representa un mensaje profundo vinculado a la fe mariana, el dogma de la Inmaculada Concepción y la historia religiosa de la ciudad.

La Virgen María y su posición central

En el centro del conjunto, sobre una columna que se alza hacia el cielo, se encuentra la figura de la Virgen María. Su postura serena, con la mirada elevada y las manos extendidas, simboliza su papel como intercesora entre el cielo y la tierra. La elección del mármol blanco refuerza la pureza y la perfección que el dogma de la Inmaculada Concepción atribuye a María, concebida sin pecado original.

La base sobre la que descansa la Virgen incluye una luna creciente, un símbolo extraído del Apocalipsis (12:1): “Una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”. Esta iconografía reafirma a María como la mujer del Apocalipsis, reina del cielo y de la tierra, y subraya su victoria sobre el pecado y la oscuridad.

Las Figuras de los Defensores del Dogma

Rodeando la base de la columna se encuentran las esculturas de cuatro figuras clave en la defensa de la doctrina de la Inmaculada Concepción: Juan de Pineda, representando el fervor teológico. Juan Martínez Montañés, evocando la expresión artística de la devoción. Miguel Cid, reflejando la poesía como vehículo de exaltación mariana. Bartolomé Esteban Murillo, con su legado pictórico inigualable dedicado a la Virgen. Estas figuras son un homenaje a las diversas formas en que el dogma fue defendido y promovido: la palabra, la poesía, la escultura y la pintura.

Las Letras “A” y “M”

Incrustadas en el monumento están las iniciales “A” y “M”, que representan la frase “Ave Maria”, una salutación que refleja el inicio del Ángelus y el saludo del arcángel Gabriel a María en la Anunciación. Estas letras refuerzan el carácter devocional y el tributo a la Virgen.

La Columna y su Ascensión

La columna que sostiene a la Virgen no es solo un elemento arquitectónico, sino que simboliza la elevación de María por encima de los hombres y su lugar privilegiado en el plan divino. Su forma esbelta y vertical alude al nexo entre la tierra y el cielo, uniendo el ámbito terrenal con lo celestial.

La Conexión con el Apocalipsis y la Inmaculada de Murillo

El diseño de la Virgen se inspira en la Inmaculada Concepción de Murillo, cuyas representaciones de María destacan por su espiritualidad y dulzura. Al adoptar esta imagen, el monumento se convierte en un puente entre el arte y la fe, al tiempo que honra la tradición artística sevillana.

El entorno del monumento, en la emblemática Plaza del Triunfo, refuerza su carácter simbólico. Aquí, cada año, las tradiciones como la “noche de los tunos” reafirman su papel como epicentro de la devoción sevillana.

Los protagonistas

El Monumento a la Inmaculada Concepción, inaugurado en 1918 en la Plaza del Triunfo de Sevilla, es una obra que fusiona el talento de destacados artistas y refleja la profunda devoción mariana de la ciudad. Este conjunto escultórico no solo exalta la pureza de la Virgen María, sino que también rinde homenaje a cuatro figuras sevillanas que defendieron el dogma de la Inmaculada Concepción.

Los arquitectos

José Espiau y Muñoz (1879-1938): Arquitecto sevillano, Espiau fue una figura prominente del regionalismo arquitectónico en la primera mitad del siglo XX. Entre sus obras más destacadas se encuentran el Edificio La Adriática y el Hotel Alfonso XIII, ambos en Sevilla. Su diseño para el Monumento a la Inmaculada combina elementos clásicos con detalles regionalistas, creando una estructura armoniosa que enmarca las esculturas de Coullaut Valera.

Lorenzo Coullaut Valera (1876-1932): Nacido en Marchena, Sevilla, Coullaut Valera fue un escultor e ilustrador español. Formado en los talleres de Antonio Susillo y Agustín Querol, su obra abarca monumentos públicos en España y América Latina. Para el Monumento a la Inmaculada, esculpió la imagen de la Virgen y las figuras de cuatro defensores del dogma: Juan de Pineda, Juan Martínez Montañés, Miguel Cid y Bartolomé Esteban Murillo.

Los que rinden su obra a la Inmaculada

Juan de Pineda (1557-1637): Teólogo jesuita sevillano, Pineda fue un destacado humanista y defensor de la doctrina de la Inmaculada Concepción. Profesor de Filosofía y Sagrada Escritura en diversas ciudades, incluyendo Sevilla, su erudición y defensa del dogma mariano lo convirtieron en una figura influyente en su época.

Juan Martínez Montañés (1568-1649): Conocido como «el Dios de la Madera», este escultor sevillano es célebre por sus imágenes religiosas de gran realismo y devoción. Su obra «La Cieguecita» es una de las representaciones más veneradas de la Inmaculada Concepción, destacando por su delicadeza y espiritualidad.

Miguel Cid (1550-1615): Poeta sevillano del siglo XVI, Cid es recordado por sus composiciones en honor a la Inmaculada Concepción. Su villancico «Todo el mundo en general» se convirtió en un himno popular en defensa del dogma, reflejando la ferviente devoción mariana de Sevilla.

Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682): Pintor barroco sevillano, Murillo dedicó gran parte de su obra a temas religiosos, especialmente a la Virgen María. Sus representaciones de la Inmaculada Concepción, caracterizadas por la dulzura y el uso magistral de la luz, han influido profundamente en la iconografía mariana.

El Monumento a la Inmaculada no solo es una obra de arte monumental, sino también un testimonio de la profunda devoción de Sevilla hacia la Virgen María y un tributo a aquellos que, a través de su arte y fe, promovieron el dogma de su concepción inmaculada.